Lucrecia Carmelina Álvarez Brito

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Coautora de esta obra y experta en genealogías e historia de la región. Su colaboración con periodistas e investigadores que la han requerido para sus labores ha sido destacada.

 

Doña Lucrecia Carmelina Álvarez, distinguida también por su carácter cordial  y delicado, y conocida por su filantropía con todas las personas necesitadas no solo de asistencia material sino una orientación sana y prudente, nació en Buenavista de la Parroquia Ludo, el día martes 16 de julio de 1929 del matrimonio conformado por los Señores: Don Lucas de Jesús Álvarez Álvarez y María Carmelina Brito Álvarez. Doña María Carmelina falleció dejando muy tempranamente huérfana a la primogénita Lucrecia Carmelina y a sus dos hermanos menores: Félix Ricardo y Lucas de los Ángeles Jr. Don Lucas contrajo segundas nupcias con su cuñada, Doña Natalia Brito, con la que procreo a: Elisa de Jesús, Celso Aurelio, Luis Gerardo y María Abelina.

 

Cuando contaba tan sólo 12 años, la tragedia llegó nuevamente a su casa: su querido padre falleció a causa de la fiebre, una enfermedad muy propagada en aquel entonces. El dolor fue tan profundo para ella como para sus seis hermanos menores, porque además del vacío paternal dejado por ese viaje sin retorno, extrañaban los momentos de solaz que les proporcionaba este ejemplar padre de familia con sus dotes de artista juglar, admirado y aclamado, tanto por sus dotes literarios como por la habilidad para interpretar la música. A igual que su primera esposa: Doña Lucrecia, nos complace saber que Don Lucas de Jesús era un experto en guitarra y bandoneón.

 

Doña Carmelina que no tuvo la oportunidad de estar presente en el sepelio de su idolatrado padre por estar también ella adoleciendo de la misma enfermedad, encontró compresión y apoyo en su maestra de escuela, la recordada dama, Doña Teresa Cabrera Torres, quien en aquella época estaba al frente del plantel recientemente fundado en Buenavista, la escuela "Luis Benigno Torres", de cuya primera infraestructura hoy sólo quedan recuerdos y unos cuantos vestigios.

 

En agosto de 1944, es decir cuando contaba con 15 años de Edad, la Señorita Lucrecia Carmelina Álvarez, con el apoyo de su párroco el Recordado Sacerdote Luis B. Torres y su profesora, Doña Teresa Cabrera, se enroló en el trabajo social que en esta ciudad de Cuenca cumplían las religiosas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Junto a ellas colaboró en el ancianato Tadeo Torres (Avenida 12 de Abril); en el Orfanato Miguel León (Calle Bolívar y Esteves de Toral, cerca San Sebastián); en la casa cuna "Tadeo Torres", que funciona hasta hoy en la Avenida Solano frente al centenario Colegio Benigno Malo; y, como enfermera en la Sala Moreno del antiguo Hospital San Vicente de Paúl.

 

Por nueve años realizó esta labor social y de apoyo a su propio sustento, hasta el día feliz de su matrimonio con el caballero de 29 años de edad, Don Luis Antonio Jiménez Álvarez, con quien ha formado un hogar modesto, pero que gracias a su valor, ha permanecido muy bien estructurado y sólidamente afincado en valores cristianos y humanos. A sus doce hijos (dos fallecieron en los comienzos mismos de su infancia): José Bolívar, Hilda María, Ángel Gilberto, Flavio Israel, Darío Gonzalo, Nélida Eduvix, Lucio Efraín, Félix Yolanda, Blanca Piedad y Fausto Benito, les ha dedicado todos sus desvelos, acomodándose al carácter de cada uno de ellos y haciéndoles sentir particularmente, de una manera realmente magistral, como si fueran el hijo preferido.

 

Como toda mujer digna y de convicciones profundamente cristianas; una vez casada, con el corazón henchido por la más diáfana ilusión de ser madre, doña Carmelina recuerda que cuando se dio cuenta que llevaba en su vientre al primer fruto de su amor, prometió a Dios agradecerle poniéndole el nombre de José si se trataba de un varón o de María si le nacía una niña. Por tal motivo sus primeros hijos llevan los nombres de: José Bolívar e Hilda María de Jesús, nombres que hacen referencia a la Sagrada Familia  modelo de todas las familias y bajo cuya patrocinio puso a la suya.

 

De su juventud recuerda, emocionada, una escena para ella imborrable: su consagración como "Hija de María Inmaculada" en el templo de Santo Domingo, cuando la comunidad de Religiosas Hijas de la Caridad de S. Vicente de Paúl celebraban con alborozo la Canonización de Santa Catalina Labouré por el Papa Pío XII en noviembre de 1947. "En ese día - cuenta-, los festejos fueron solemnes y muy concurridos, luego de la santa misa, en la que recibí la cinta azul, se puso en escena la vida de la santa con el concurso de actores de la época con los que participé activamente. La dramatización, como era costumbre en aquellos años, servía no solo para deleitar sino para ilustrar a la sociedad..."

 

Además de casi siempre integrar las mesas directivas de entidades de carácter social y religioso del lugar, conformadas con propósitos filantrópicos; Doña Lucrecia Carmelina, sin descuidar jamás sus responsabilidades de su hogar, dedicó muchos años de su vida al ejercicio de su profesión. Enseñó con toda dedicación modistería a las jóvenes durante la década de los años 60's, al tiempo que bordaba "polleras de lana", coloridas prendas femeninas que lucían las indígenas de esa zona geográfica.

 

Muy admiradora del verdadero arte, dedicaba varias horas del día, especialmente las vespertinas, a enseñar a sus hijos pequeños: poemas, composiciones literarias y canciones, que servían después para las horas sociales que se hacían en familia con motivo del onomástico o cumpleaños de algunos de sus miembros; o, para las famosas "Veladas Culturales" que se hacían en aquella época en la parroquia para deleite de cuantos acudían a ellas. "... Es que en esos años todavía la televisión no había llegado para arrasar con furia lo que constituía la identidad propia de nuestro pueblo y el patrimonio cultural legado de antaño." -dice-

 

Con frecuencia evoca, nostálgica, acontecimientos familiares gratos, lo mismo que acciones de tipo social emprendidas en unión a distinguidas damas del lugar, como... las Señoritas Justina y María Samaniego; Las Señoras Pastora Urdiález López, Leopoldina León, Rosario Álvarez Carpio, Rosalía Granda, Esther Filomena Granda, Rosa E. Calle, Mercedes y Lía Ayora, Rosa Cabrera; las hermanas Angelina y Julia Delgado, Adela Pesántez, Lucrecia Granda, Lucrecia Pesántez, Ubenia Jiménez, Teresa Jiménez, Celia Jiménez Aguilar, Carmen Granda, Sabina Pesántez; y, la insigne educadora Cristina Lazo.

 

En la actualidad, doña Lucrecia Carmelina que cuenta con 84 años de edad, sigue siendo el apoyo insustituible de su Señor esposo; la lucecita de su hogar, al que gustosos llegan sus hijos para compartir gratos momentos de tertulia; el cariñoso refugio de sus nietos que se sienten mimados por ella; y, una innegable referencia para cuantos la conocen, estiman y valoran su amistad y delicadeza.