Hilda María Jiménez Álvarez

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Religiosa salesiana, Docente destacada y Profesional en Gerencia Educativa; Ex-superiora de la Comunidad Salesiana de Sígsig y ecónoma del Colegio "Cardenal Spellman" de Quito.

 

La Doctora, Sor Hilda María de Jesús Jiménez Álvarez, nació en Buenavista de la Parroquia Ludo, el 12 de marzo de 1956. Sus padres son Don Luis Antonio Jiménez Alvarez y Doña Lucrecia Carmelina Alvarez. Sus estudios primarios los realizó en las escuelas "Agustín Iglesias" de su tierra natal y "María Mazzarello" de Sígsig. Los secundarios en el afamado Colegio "María Auxiliadora" de Quito y "María Mazzarello" de Guayaquil, graduándose como bachiller en Ciencias de Comercio y Administración - Especialidad: contabilidad. Los superiores los cursó en la "Universidad Técnica Particular de Loja" en donde obtuvo una licenciatura en Ciencias de la Educación, concretamente, en Administración y Supervisión Educativa y un doctorado en Gerencia Educativa. Una nueva licenciatura en Pedagogía la obtuvo en la "Universidad Politécnica Salesiana". Ha realizado también otros estudios relacionados siempre con el área educativa y administrativa; posee un diplomado en "Tendencias Innovadoras en la Enseñanza de Matemática" por la "Pontificia Universidad Católica del Ecuador", otro en "Perspectivas Presentes y futuras del Programa de Reforma Curricular del Bachillerato" por la "Universidad Andina Simón Bolívar" - Sede Ecuador, un tercero en "Supervisión y Administración Educativa" por la "Universidad Particular de Loja" ; y, un diplomado de cuarto nivel en "Pedagogías Innovadoras", también por la Universidad Técnica Particular de Loja.

 

Ha participado activamente en numerosos eventos tanto a nivel nacional como internacional. Mencionamos solamente algunos: Seminario Taller Internacional sobre "El proyecto Curricular de la Escuela Católica" convocado por la CONFEDEC-ECUADOR., en el 2003. "Encuentro Binacional de Docentes y Comunicadores Ecuador-Perú" organizado por Centro Nacional de Investigaciones Sociales y Educativas CENAISE y el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, en el año 2000; y, Encuentro sobre "formación Humana y Asesoramiento Técnico" auspiciado por las Fundaciones El Universo y ESQUEL en el año 2000.

 

Su labor, como religiosa, docente y administradora -luego de su consagración en el Instituto de Hijas de María Auxiliadora el 5 de agosto de 1977 en Cumbayá-, la ha desempeñado en Quito, Guayaquil, Cuenca y Riobamba. Como misionera en Sevilla Don Bosco en el Cantón Macas y en la comunidad indígena de Simiatug de la Provincia de Cotopaxi, en donde la comunidad tiene sus casas.

 

En el período 2004 - 2007 permaneció en el Sígsig, en calidad de Superiora de su comunidad y Directora de la Unidad Educativa "María Mazzarello", en las que supo instalar su inconfundible sello personal de orden,  puntualidad, eficiencia y cordialidad. Restauró parte de la infraestructura tanto de la comunidad como del templo y de la Unidad Educativa, por lo que la Municipalidad de Sígsig, con motivo de la fiesta cívica del 16 de abril del 2005 le condecoró con la presea "Cacique Duma".

 

En la actualidad se desempeña como ecónoma del Magno Colegio Femenino "Cardenal Spellman" de Quito; y, en coordinación con la Inspectora Provincial del Instituto en el Ecuador, la esclarecida religiosa, Sor Beatriz Navarro, acaba de reconstruir el antiguo edificio y construir otro nuevo que servirá por muchos años a la formación integral que la Congregación ofrece a la juventud capitalina.

 

Sor Hilda María ha escrito algunas piezas literarias de gran valor, tanto en prosa como en verso que por su modestia permanecen inéditas.

 

Con motivo de cumplir 25 años de religiosa, en que la comunidad salesiana tuvo la gentileza de festejar por lo alto -como siempre acostumbra hacer con las Hijas perseverantes-, con una misa solemne en la Capilla del Renombrado Colegio "María Auxiliadora de Quito",  un  acto cultural y banquete en el "Colegio María Mazzarello", en donde en aquel entonces laboraba como ecónoma, maestra y coordinadora de la educación básica; yo, su hermano, testigo de sus méritos, escribí un acróstico y un artículo, titulado "CON LA ANTORCHA ENCENDIDA", que se publicó en Diario el Mercurio de Cuenca el día 5 de agosto del 2002, que con agrado lo transcribo aquí:

 

Con la antorcha encendida

 

"Siempre me han impresionado las palabras con las que los padres conciliares se dirigieron a la juventud al terminar el último concilio ecuménico el 8 de diciembre de 1965 "Sois vosotros, jóvenes, -dijeron-, los que van a recibir la antorcha de manos de vuestros mayores y a vivir en el mundo en el momento de las más gigantescas transformaciones de la historia..."

 

Eso de recibir la antorcha se refiere a todo el patrimonio pasado, forjado, desarrollado y vivido por la humanidad; tanto en la ciencia, como en el arte y la cultura, que a través de los siglos nos ha llegado enriquecido, purificado, tecnificado; para facilitarnos la existencia e impulsarnos al progreso. De ahí la importancia en nuestra hora histórica, de valorar los esfuerzos pasados y revivir su espíritu acomodándolo a las exigencias actuales; de dar la contribución que nos corresponde y de crear condiciones para que el futuro de la humanidad sea mucho mejor que ahora.

 

También en el ámbito religioso se ha producido este fenómeno, del cual, el surgimiento de múltiples comunidades religiosas -que abanderadas por un ideal o un carisma particular se mantienen renovadas hasta hoy-, es una de sus mejores expresiones. Así tenemos que ya muy temprano, en el siglo IV, el "movimiento monacal" iniciado por San Pacomio influye tanto en la sociedad de aquel entonces, que a partir del siglo V, al adquirir un nuevo matiz con San Benito, se constituirá de alguna manera, en un importantísimo elemento modelador de la cultura occidental del Medioevo. Siguen en los siglos XII y XIII las llamadas "ordenes mendicantes": dominicanos, franciscanos y carmelitas. En el siglo XVI nacen, en sentido estricto, las "órdenes religiosas" como los jesuitas. En el siglo XVIII aparecen las "congregaciones religiosas", como los hermanos de las escuelas cristianas, los redentoristas, las hermanas de la caridad. El siglo XIX es fecundo en nuevas congregaciones, especialmente femeninas. La mayoría de las actuales vienen de ese tiempo; se fundan por ejemplo, los salesianos y las salesianas que entre nosotros, con alrededor de un poco más de cien años, han logrado registrar su impronta inconfundible. ¿Quiénes en el Azuay y en Morona Santiago no conocemos, o no nos hemos beneficiado en algo de los salesianos y salesianas? Creo que la mayoría.

 

Pero... aunque es el nombre de las comunidades el que emerge a la vista de la sociedad, son fundamentalmente las personas, las que dentro de ellas sienten, viven y transmiten el carisma original de su fundador o fundadora. Son las personas como tales, las que conscientemente y con inmensa alegría, reciben la antorcha, la mantienen encendida y la entregan a una nueva generación. Son las personas concretas, la mayoría anónimas -porque no todas ellas son Francisco de Asís, o Ignacio de Loyola, o Teresa de Avila, o Madre Teresa de Calcuta, o Sor Angélica-, las que por amor a Dios y al prójimo, entre sombras y luces, alegrías y tristezas, entusiasmos y desalientos, hacen todo lo humanamente posible, para que el evangelio práctico de Jesús se implante con renovado vigor y beneficie a sus contemporáneos.

 

Por ello es digno de hacer con estas personas lo que Dios hace con todos aquellos que se esfuerzan para engrandecer su reino: acogerlas, valorarlas, agradecerlas, felicitarlas, animarlas. Por ello es indispensable darle infinitas gracias a Dios por la respuesta afirmativa y fidelidad de tantos vocacionados. Por ello también quiero en esta oportunidad, exteriorizar mi profunda júbilo por Sor HILDA MARÍA JIMÉNEZ ÁLVAREZ, mi hermana querida; quien, después de haber deleitado a su familia en sus años tempranos con sus insignes cualidades y virtudes; de haber modelado su alma y su espíritu en el añorado noviciado de Cumbayá y de haber obtenido una acrisolada formación académica para mejor servir, se decidió por el ideal de Don Bosco y María Mazzarello poniéndose al servicio de la juventud más necesitada. A lo largo de veinticinco años fructíferos, -que precisamente se cumplen en esta fecha-, ha desempeñado con responsabilidad y talento múltiples funciones encomendadas por su comunidad en distintas partes del país, manteniendo de esa manera, en fraternal asocio con las religiosas de su comunidad -las Hijas de María Auxiliadora-, encendida y radiante la antorcha que hace un cuarto de siglo la recibió con anhelo y que rejuvenecida está lista para pasarla a una nueva generación."[1]



[1] Diario "El Mercurio" de Cuenca - Ecuador. Lunes, 5 de agosto del 2002.  Pág. 4B