Carlos René Delgado Álvarez

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Perteneciente a una de las familias más distinguidas del Ludo clásico, el Máster Carlos René Delgado Alvarez, nació en Ludo el 6 de diciembre de 1958. Sus estudios primarios los hizo en la Escuela "Agustín Iglesias" de su tierra natal, en donde su tío Miguel Octavio era un destacado maestro, y en Sidcay. Los secundarios, en los prestigiosos colegios "Daniel Córdova Toral" y "Benigno Malo". Los Universitarios, en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador - sede en Cuenca,  donde obtuvo el título de Profesor de Segunda Enseñanza, especialización: lengua y literatura; en la Universidad NUR de Bolivia, en la que logró un Diplomado Superior en Liderazgo Educativo; y, en la Universidad del Azuay en la que alcanzó una Maestría en Desarrollo Educativo.

 

Desde muy joven, en sintonía con su vocación de docente -como la tuvo su Señora madre, Doña María Angelina Delgado y la tiene su hermana Carmela Cumandá, también destacada educadora-, Carlos René ha dedicado todo el tiempo y sus energías a la enseñanza. Por 13 años fue profesor del afamado Colegio Técnico Salesiano (1980 -1993); luego, desde 1993 a 1996,  Vicerrector y profesor del renombrado colegio "Herlinda Toral"; Profesor de la Universidad de Azuay desde 1988;  y, actual Decano de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la misma universidad.

 

Sin descuidar estas actividades, el Máster Carlos R. Delgado, ha cumplido otras altas funciones en el país como: Subsecretario (E) de Educación del Austro; Director Regional de Educación del Austro; Director de área de Calidad Educativa de la Zona 6 del Ministerio de Educación; Coordinador para la implementación del primer Distrito Educativo Piloto, Sígsig, etc.

 

Es un profuso escritor de asuntos pedagógicos, autor del Modelo Pedagógico para la Editorial Don Bosco y más de 10 libros de "Lenguaje, Comunicación y Lectura" publicados por la misma editorial.

 

En lo que concierne al área de la educación, es quizá el ludense que más ha hecho en estos últimos tiempos por su tierra natal. Desde la Subsecretaría ha dado especial atención a todas las escuelas de la parroquia y una intervención especial  a las escuelas: Jaime Roldós Aguilera de Tucto, Diego Abad Cepeda de Sérrag; y, Agustín Iglesias del centro parroquial.

 

Desde la Universidad del Azuay;  especialmente desde la Escuela de Turismo de la Facultad de filosofía que él regenta, y como Director del Proyecto Turístico  para el circuito 2 del Cantón Sígsig, en coordinación con el Gobierno Parroquial de Ludo presidido por el Sr. Gonzalo Jiménez Alvarez, hoy está empeñado en la recuperación del patrimonio intangible y en el levantamiento de atractivos turísticos de la parroquia.

El Máster Carlos René Delgado A. contrajo matrimonio con Nancy del Rocío Oleas Vivar[1], quienes son padres de: Nancy Karla, Diseñadora de Interiores y profesora en la Universidad del Azuay; y, Gabriel Alfonso, alumno del último ciclo de Ingeniería Electrónica en la UDA.

 

Como manifestación de cariño a la tierra que le vio nacer, recientemente el Sr. Carlos René ha comprado una parte de la propiedad que antes perteneció a sus abuelos, para construir una pequeña casa a la que se acoge con su familia cada vez que el tiempo le permite. La grandeza de su alma y la calidad humana se su personalidad puede notarse en las palabras que de su tierra, de él mismo y de su familia expresa, cuando sencilla y modestamente dice:

 

"Cuando la altivez de un pueblo deviene porque  sus familias son nobles, no sé si cabe una biografía o un repertorio biográfico, lo justo es rendir tributo a quienes construyeron no un pueblo material, tangible, lejano, pintoresco y generoso sino un variado tejido de vidas, de seres, de existencias, de presencias y de ausencias, de estar aquí y de estar allá y aquí.

Fuimos privilegiados al nacer en los últimos años de la década del 50, años felices y llenos de paz y sosiego, años combinados entre las labores del campo, las quehaceres de casa y las habilidades artesanales. Años en los que todas las casas eran solo para nosotros, todos eran papás, todos eran mamás... todos éramos hermanos. Años en los que la única diferencia estaba dada por la diversidad de habilidades manuales que se demostraban en cada casa: los tejidos de paja toquilla, los bordados en las polleras, la elaboración de las colas, los cohetes, los ternos en tejidos de lana de borrego, el lavado, engomado y blanqueado de los sombreros y hasta los malabares con los motores, llantas, ventanas y puertas de nuestro gran juguete, el carro de nuestro querido Leopoldo.

 

La escuelita "Agustín Iglesias" fue otra de nuestras casas y los señores Guamán, Peralta, Narváez, Novillo, Vintimilla, Guamancela... conjuntamente con las señoritas Cuesta, Cabrera, Rodríguez... no sé si eran nuestros padres, nuestros hermanos o nuestros maestros; es que eran tan familiares que durante el día disfrutábamos con sus juegos para aprender el "a, b, c, ch, d", los sainetes, recitaciones, canciones, las tablas de multiplicar, las cuatro operaciones, los hoyas, los nudos, los ríos, los valles y las praderas, las plantas, los animales y los minerales; y, por las noches compartir, al calor del fogón y entre los cuentos de miedo, el mote cauca, los porotos con manteca negra y un poquito de cebolla picada.

 

Como olvidar las famosas mingas con el padre León Bravo, los paseos con el Padre Patiño, la banda mocha del padre Mancero, las catequesis y las travesuras en la sacristía jugando al caballito pica, pica vestidos, todos angelicales, con la ropa de monaguillos.

 

Caminantes y exploradores, veterinarios y militares, deportistas y cantantes: a descubrir espacios cada vez más altos para saltar, lugares más profundos para nadar, montañas más lejanas para visitar. Cualquier patio de casa era el lugar ideal para trazar una cancha y un campeonato nuevo iniciar; cualquier balcón se convertía en un espléndido escenario para las mejores canciones interpretar y al ritmo del "quier, dos, tres..." a todos los zambos vacunar.

 

Así nacimos y nos criamos, así compartimos y crecimos, así jugamos, cantamos y nos forjamos.

 

Soy Carlos René, pero puedo ser Angel Gilberto, Bolívar, Raúl, Hilda, Julia, Mesías, Carmen, Raquel, Esthela, Gonzalo, Flavio, Marlene y cuántos nombres más y cuántos recuerdos más y cuántas nostalgias más... Soy Delgado y Álvarez, pero puedo ser Granda, Jiménez, Pesántez, Cabrera, Yari, Matailo, Morocho, Carchi...  y todos los apellidos que lo único que hicieron fue sellar una identidad que quiso presentarnos distintos, que quiso hacernos diferentes, que quiso mostrarnos únicos, que quiso individualizarnos en un nombre de la lista de niños de la escuela, en una nómina de asistentes al catecismo, en una cédula de identidad, que pensé nos separaría para siempre.

 

El tiempo pasa y aunque uno no quisiera, nos tocó la partida, la separación, la pena y el recuerdo indeleble... Cuenca era el destino para continuar los estudios. 10 años disfrutamos de esta hermandad y compañía, 10 años de juegos, canciones, rosarios de la aurora, paseos, travesuras y bribonadas...

 

"¡A estudiar muchachos, no hay tiempo que perder!". "Estudiar" lo entendía pero "perder", al tiempo que no comprendía, me provocaba un gran dolor... perder mi pueblo, perder a mi familia, perder a mis hermanos, perder a mis compañeros, perder a mis compinches, perder mis canciones, perder mis potreros y animales, mis costumbres, mi comida... mi alegría, mi libertad y mi felicidad.

 

La escuela pasó en un pueblo cercano a Cuenca, Sidcay, y una segunda separación produjo preocupación y tristeza. Ahora toca el colegio, Cuenca es la ciudad que nos acogiera, ciudad grande y con muchos colegios, con cientos y cientos de profesores y con miles y miles de alumnos y miles y miles de caminos; me tocó escoger el mío, SER PROFESOR, la docencia me gustaba mucho y hasta recibimos un castigo por jugar a la escuelita sin el consentimiento de nuestro profesor.

 

Luego vino la Universidad, en ella se consolidó mi docencia... el trabajo, pronto se cristalizó, primero en una escuelita con cuatro grados, luego en un colegio muy prestigioso de Cuenca, el Técnico Salesiano, más tarde el Colegio Herlinda Toral y la Universidad del Azuay.

 

Trabajar, laborar y recordar esa era la tarea de todos los días...

 

30 años más tarde y debido a un proyecto de vinculación de la Universidad, nos tocó regresar por un pueblo cercano a nuestro Ludo natal, fue Jima la parroquia que nos acogiera para desarrollar proyectos asociados al Turismo y mientras recorríamos las playas del cristalino Moya, dejando navegar nuestras memorias y nostalgias, recordaba las clases de Lugar Natal y con ellas mentalmente repetía: "Nuestro río, nace en la alturas de Jima, en la laguna de Moya, de allí toma su nombre y más adelante le conocemos como el río Bolo; y,  como río Pamar entrega sus aguas al Santa Bárbara", parece que hasta ahora le miro la seriedad y seguridad con la que repetía emocionadamente nuestro recordado Señor Peralta.

 

Un nuevo modelo de gestión del Estado empieza a cristalizarse en nuevas leyes, reglamentos y prácticas de organización territorial. Una nueva visión para la Educación de nuestra gente.

 

Por encargo de la Señora Ministra de educación, Prof. Gloria Vidal Illinworth, del propio Señor Presidente de la República, Ec. Rafael Correa y bajo la  atenta mirada de la Coordinadora zonal de educación, Lcda. María Eugenia Verdugo, cuando me desempeñaba como Director regional de Calidad Educativa, me tocó asumir el liderazgo de la organización del Primer Distrito Piloto a nivel nacional, Sígsig era el pueblo escogido por el gobierno para este propósito. ¡Qué alegría, qué felicidad! Volver a mi tierra, a mi pueblo y con mi gente. Asumí el reto con todo entusiasmo; y gracias al apoyo personal del Señor Presidente de la república se pudo concretar e intervenir en todas las escuelitas del Sígsig, que son 65, y particularmente de Ludo. Masivas mingas se realizaron en todas las comunidades del cantón, a estas acciones comunitarias se sumó también la Señora Ministra y por tres ocasiones hizo un breve recorrido por este naciente Distrito, el propio Señor Presidente.

 

Al visitar, luego de muchos años, a las escuelitas de nuestro pueblo sentí como que el tiempo no había pasado, se había quedado para siempre en esas banquitas de madera, en esos espacios incómodos, en esas ventanas, techos, patios y espacios verdes que exigían un cambio. Será que Dios fue tan generoso conmigo y que su mano bondadosa estuvo en el preciso momento en el que debimos tomar decisiones para construir, reconstruir, equipar y dotar de profesores, para crear nuevos cursos y para hacer que los servicios educativos lleguen lo más cerca de nuestros niños. Diego Abad de Cepeda, de nuestro pintoresco Sérrag, Jaime Roldós Aguilera, de Tucto, Agustín Iglesias, del centro parroquial y Luis Benigno Torres de Buena Vista, son los fieles testigos de esta desinteresada labor.

 

Refería que Dios ha sido muy generoso conmigo, ratifico y reitero mi gratitud y devoción, es que no podía haber mejor manera de retirarme del magisterio como esta: ofreciendo mi entusiasmo y trabajo a la tierra que me vio nacer.

 

Sin "sentir" hemos llegado a estos años después del dos mil diez y ahora que me ha tocado asumir otro reto como Decano al frente de la Facultad de Filosofía, en la Universidad del Azuay, recorro con alegría y en compañía  de mis alumnos, los lugares, espacios y talentos pensando en cómo convertirlos en espacios de visita y turismo, pensando en cómo transformarlos en emprendimiento turísticos y ofrecer a cuántos visitante pudiéramos traerlos pronto.

 

Servir a mi pueblo no es un mérito, servir a mi pueblo es una obligación, fueron las palabras con las que cerraba una intervención, cuando el Ilustre Municipio del Sígsig me honraba con una condecoración por lo que ellos consideraban era un mérito profesional. Recibí con sincera humildad porque con ella sentí la presencia de cuántos forjaron mi vida, esas inolvidables familias con las que compartí mi infancia, esos imborrables momentos de felicidad vividos con mis abuelitos José y Rosario, con mi madre María Angelina, con mi hermana Cumandá y con todos mis tíos y primos, condecoración con la que ofrecí mi gratitud y mi corazón."

[1]    Doña Nancy del Rocío es nieta del pintor Nicolás Vivar, renombrado artista cuencano, autor de los óleos de la Iglesia de Ludo.