"Quemar las barbas de San Pedro", es como denominaban algunos de nuestros mayores a las quemas de paja, chamizas, ropas y enseres viejos, que se hacían la noche del 28 de junio, fiesta dedicada a los Apóstoles Pedro y Pablo.
En la noche oscura de esa fecha -porque no había luz eléctrica en los pueblos rurales-, era llamativo ver las flamas por todas partes y escuchar a lo lejos o cercanamente el alborozo de los concurrentes; especialmente los niños, que seguían buscando combustible, incluso, -¡oh! travesura de muchachos-, sacándolo la paja de los techados de las casas que se creían abandonadas, a fin de que la algarabía no se acabara.
Era la fecha también en que se acostumbraba llegar en jorga a las casas de los vecinos y pedir "chumales", es decir humitas, bajo la jocosa amenaza de "quemarles la vivienda con las barbas de San Pedro".
La mayoría de las familias que tradicionalmente estaban esa noche preparando humitas y alertas a la visita, accedían con generosidad a la solicitud; brindando, no sólo las humitas sino también un aromático café o agua de anís o hinojo; y si es que había personas mayores, también un draque mezclado con un poco de exquisita horchata.