En este recuerdo nostálgico del Ludo de antaño al que estamos dedicando estas líneas, no es posible olvidar los juegos de la infancia que todos los niños y niñas los practicábamos con verdadera inocencia y pasión.

 

Eran juegos edificantes puesto que no había los entretenimientos de hoy que le hacen al niño intimista, egoísta, superficial, comodón. Los juegos de patio de aquellos maravillosos años, por el contrario, en los que la tecnología no estaba tan desarrollada, ayudaban a los niños a ser sociables, respetuosos, leales, solidarios, competitivos y sobre todo ingeniosos.

 

Eran juegos que les convertían a los niños en seres pensantes, y no como ahora en meros robots, con mucha habilidad para manipular los aparatos electrónicos que resuelven todo sin esfuerzo alguno, pero con mentes atrofiadas. Entretenimientos, muchos de ellos, canales de anti-valores que fomentan la deslealtad, la violencia, el sexo, la ociosidad, el irrespeto a los demás y el irrespeto a sí mismos.

 

Entre los juegos de varones estaban el aro, los trompos, las bolas de cristal, las canicas, el sello o cara, las competencias con caballos de carrizos, los carros de madera, etc. Las mujercitas jugaban: la cebolla, la petaca, la semana, las rondas en las que se cantaban hermosas canciones como aquella que decía "Tengo una muñeca vestida de azul..." ó "Buenos días mi Señoría, matantirun tirulá..." y se hacían exquisitos movimientos mientras se las entonaba.  Todos -niños y niñas-, jugaban al "hombre negro", el conejito, el cien pies, los peces, el pasa la guaraca, el gallo, las tienditas...

 

Como juegos de competencia, en los días de fiesta, para los que había premio estaban: los atracones, la carrera de patos, la carrera de ensacados, la carrera de tres pies, la comida de los ciegos, el palo ensebado, el sartén mágico...

 

Cerca de vacaciones y en vacaciones que coincidían, asimismo, con la temporada de cosechas, el hacer volar las cometas era lo frecuente; también el volar aviones o hacer navegar en los charcos de lluvia barquitos de papel. Motivo de entretenimiento infantil era así mismo en esta temporada: casar pajaritos en sus nidos con pallcas o gomeritas; hacer carreteras y puentes, construir mini-casas, ensillar a los perros y un sinnúmero de singulares, chuscas y simpáticas ocurrencias mas.

 

Y hablando de ocurrencias, voy a referirme a una que no se borra de mi memoria ni de cuantas personas constataron el hecho. Lo protagonizaron Carlitos René Delgado y Angel Gilberto Jiménez, dos amigos inseparables de la infancia, que todos los días, abstraídos de toda preocupación que afecta a los mayores, se buscaban para extaciarse en el juego. En una ocasión se les ocurrió VACUNAR LOS ZAMBOS. Resulta que la víspera de un día cualquiera; ellos, además de recibir la vacuna contra la poliomielitis [1] que les dejó muy adoloridos, fueron también testigos de cómo una brigada llegada al pueblo vacunaba a los niños de la escuela en medio de lloros y gimoteos. Ni cortos ni perezosos, imitando a estos enfermeros y apertrechados de un agujón, un pequeño frasco con agua y un copo de lana, se pusieron manos a la obra y ¡a buscar pacientes se ha dicho!. Con este propósito en mente, no encontraron mejores sujetos que los zambitos tiernos que estaban creciendo entre la chacra de las muy bien cuidadas granjas de sus abuelitas, Doña Rosario y Doña María Virginia. Terrible fue la sorpresa para ellas cuando, el momento de la cosecha se dieron cuenta que no había qué cosechar; todos los calabacines estaban lastimados y podridos por los pinchazos.

 

En fin, la niñez de aquel entonces tenía alegrías, entusiasmo, ingenio. Eran niños de verdad cargados de inocencia y sentido común a la vez. Hoy da pena ver en los patios de las escuelas a una montonera de niños pasivos, comiendo comida chatarra, entretenidos con sus celulares; si son adolescentes, indecentemente engarzados entre ellos y ellas ajenos a todo respeto. Nadie se mueve, nadie grita: "ganeeee..."  "ganeeee..." - "gooool... "gooool... A una gran mayoría se los ve aburridos ante la pasividad de los profesores formados con el mismo talante o impedidos de ejercer su autoridad, porque una corriente perversa se está imponiendo, incluso, con amparo jurídico.



[1]    poliomielitis. Grupo de enfermedades, agudas o crónicas, producidas por la lesión de las astas anteriores o motoras de la médula. Sus síntomas principales son la atrofia y parálisis de los músculos correspondientes a las lesiones medulares.