El transporte entre los años 50’s y 90’s

Como he anotado ya en uno de los acápites anteriores, la carretera fue una realidad para Ludo en 1958. La ruta de 63 kilómetros entre la parroquia y la capital de la provincia comprendía: Ludo, Sérrag, Piricocha y Cumbe; lugares más o menos poblados. De Cumbe se llegaba a la Ciudad de Cuenca a través de la carretera Panamericana que no tenía asfalto; pero sí, en la zona de Tarqui, unas maravillosas hileras de copioso sauce llorón a ambos lados de la vía y en las riberas del río, que teniendo como fondo las amplias y despobladas llanuras verdes, alumbradas por un claro firmamento azul con breves pinceladas blancas, brindaba un primaveral aspecto a los viajeros.

 


 

Los primeros transportistas fueron unos Señores Alvarado de la parroquia Cumbe: Alfonso y Mesías, que hacían el servicio una vez a la semana; hasta que en 1965, año en que el Señor Leopoldo Pesántez, oriundo del lugar, compró un pequeño bus marca Ford con carrocería de madera que después lo relevó por otro un poco más moderno, con los que prestó sus servicios hasta 1975.  Después y por un lapso de varios años lo hicieron, en su momento, la Cooperativa Azuay y los Señores Gustavo y Daniel Álvarez.

 

Ludo entonces en esas circunstancias se quedó sin transporte y a cuestas una necesidad prioritaria que apremiaba; por lo que, el Señor Darío Gonzalo Jiménez A., que cumplía en esos años la función de Jefe de Área, comenzó, a pedido de la gente, a suplir ocasionalmente tal falencia con una pequeña camioneta de uso particular, que lo sustituyó después con un camión con el que servía  a la gente que trabajaba en la Costa; hasta que en 1996[1] con el vivo deseo de ayudar a la población, junto a sus hermanos, los Señores: Angel, Flavio, Efraín y Fausto Jiménez Álvarez, en asociación equivocada (el tiempo así lo reveló) con algunas personas de Quingeo, formaron la Compañía TRANSMILAGROS, con domicilio en esa parroquia. Empresa que la familia la ha ido cediendo a las personas que en un momento sólo laboraban como sus empleados;  quienes lamentablemente, desconocen el enorme sacrificio que costó a la familia Jiménez Álvarez su aprobación jurídica, debido a la inquina que en esos precisos momentos tenían ciertos individuos de bajo perfil de quienes es preferible no acordarse.

 

Esto, en cuanto al desenvolvimiento histórico de la actividad. Pero quiero ahora invitar a los lectores a revivir o quizá conocer por primera vez  cómo -especialmente entre los años 1958 y 1977, época de los Señores Alvarado y Leopoldo Pesántez-, eran los ajetreos del viaje.

 

Lo primero que hay que advertir como agradable recuerdo es que: el ver un automotor en este lugar era infrecuente, motivo de novedad cuando se trataba de un vehículo extraño y admiración de los niños que se acercaban para tocarlo y admirarlo.

 

Era habitual, sí, que los días jueves que regresaban los pasajeros de Cuenca, se reunieran los muchachos para ir a esperar el rústico bus en la parcialidad de Rumipamba; en donde, aprovechando la lentitud del rodaje por la presencia de baches en la carretera, se podía "pichonear" por algunos momentos del carruaje, subiéndose a la escalera que servía para acceder a la parrilla.

 

Para viajar a Cuenca o a otro lugar de la provincia, las personas sabían que era necesario disponer de mucho tiempo, quizá de 3 ó 4 días si las circunstancias eran normales. No había las prisas de hoy en que el mundo parece correr vertiginosamente. Los que vivían en los sectores realizaban este trajín: el lunes preparaban el viaje, el martes iban al centro parroquial -algunos llevando un pequeño "agradito" para darlo al "Señor chofer" para que "haga el favorcito de dar llevando..."-, el miércoles muy de madrugada se salía a la ciudad a la que se llegaba a eso de las 10 de la mañana, poniéndose de inmediato los viajeros a realizar las compras y las gestiones previstas. Se pernoctaba la noche en alguna pensión o las famosas posadas desprovistas de camas que había por la plazoleta de San Francisco; y, el jueves se emprendía el regreso desde la esquina de las calles General Torres y Presidente Córdova (posteriormente de El Vado),  después del medio día; desplazamiento que habitualmente se hacía en 5 ó 6 horas.

 

Pero con frecuencia había viajes que se prolongaban por toda una semana e incluso más. Las razones fundamentales eran: 1. cuestiones mecánicas porque se trataba de unidades viejas; 2. los pretextos que ponía el dueño del vehículo para subir la tarifa; y, 3. el mal tiempo. Como la carretera no era afirmada, con una pequeña lluvia la angosta trocha se volvía "jabón" que no permitía avanzar. Había que esperar hasta cuando se oree. Mientras tanto había que matar el tiempo; imprevistamente el inconveniente del viaje se volvía una fiesta. De las jabas y bultos que llevaban los tenderos se extraían botellas de zhumir, gaseosas, porciones de arroz, fideo, papas, etc.  y comenzaba la chacota. Las mujeres se habilitaban para cocinar, mientras los hombres, luego de conseguir agua y leña, esperaban con ansias la comida, conversando y tomando seguidos canelazos que al fin hacían sus efectos; es decir, enfervorizaba a todos, que si había música de radio o tocadiscos, no tenían problema en instalar un baile que se prolongaba hasta el cansancio.

 

Así se pasaba en la carretera días; y cuando era imposible el avance del autobús, se mandaba un "propio" para que avisaran a la familia que "no había pasado nada", pero que el viaje se ha truncado y era necesario que consiguieran acémilas y arrieros para que los vinieran a llevar a los pasajeros y a la carga, desde el lugar en que se habían quedado.

 

Recuerdo en estas pintorescas escenas a Leopoldo Pesántez (dueño del vehículo), Héctor Jiménez, Lucrecia Pesántez, Luis Jiménez Álvarez, Rosa Cabrera,  Angelina y Julia Delgado y Crisóstomo Morocho, etc. etc.



[1]    Con fecha 29 de febrero de 1996, el Consejo Nacional de Transito, mediante Resolución Nº 001-CPO-001-CNTTT-96, aprobó la creación de la Compañía de Transporte de Pasajeros "Transmilagros" y otorgó el permiso de operación en la ruta Cuenca-Quingéo-Ludo.